miércoles, 31 de octubre de 2012

Documento de Pedro Reliche Reyes



Sé el protagonista de tu propia historia
Por: Pedro Reliche Reyes[1]

            ¿Quién es el protagonista de tu vida? ¿Quién es la estrella principal? ¿Quién escribe el guión? ¿Quién dirige la novela? ¿Quién elige a los protagonistas? ¿Quién es el productor?
            Todas parecen preguntas algo tontas, es obvio que la respuesta a cada una de ellas es “YO”, ¿verdad? La respuesta no siempre es la misma para todas las personas, para muchas el director es un familiar, el protagonista es un conocido, el productor es un jefe y la estrella principal es alguien más.
            Según Fernando Savater en su libro “Ética para amador”, la principal obligación que tenemos los seres humanos es luchar contra la imbecilidad. Que no te asuste el término porque no es peyorativo. La palabra «imbécil» es más sustanciosa de lo que parece, no te vayas a creer. Viene del latín baculus que significa «bastón»: el imbécil es el que necesita bastón para caminar. Savater quiere decir que las personas en muchas ocasiones necesitamos de cosas externas para poder ser nosotros mismos, o lo que es lo mismo nos dejamos llevar desde fuera: personajes, modas, costumbres, ideas, publicidad, padres, compañeros, novios(as). etc., para saber qué hacer.
            Para evitar ser llamado imbécil debes ser consciente. La toma de consciencia de la vida no es algo que se gana en un bingo ni en la lotería. Es algo que se logra en el fragor del día a día, cuando reflexionas sobre las causas de tus dificultades y las consecuencias de tus acciones. 
            No importa cómo fue tu pasado ni cuan negro es tu presente, tú eres la única persona que puede elegir el final que le quieres dar a tu vida; ciertamente en el camino a la felicidad encontrarás villanos y antagonistas cuya única misión es darle algo de fuerza a la historia, no quieren arruinarte la vida sino hacerla más interesante. No lo tomes a mal, mira siempre a los obstáculos como posibilidades ya que Dios escribe recto sobre líneas torcidas, es decir que cada tropiezo debes mirarlo como ocasión para crecer y aprender de la vida, donde siempre se aprende de las cosas malas que nos pasan, no de las buenas.
            Si en algún momento de tu historia te sientes perdido y no sabes cómo continuará, puedes ver otras historias similares a la que quieres vivir y tomar ideas para tu propio guión, lo importante es nunca rendirse y llegar hasta el final. Recuerda que en todas las culturas sabias la sabiduría de las personas mayores o ancianas fueron aprovechadas por las generaciones jóvenes ya que veían en sus experiencias una oportunidad para crecer. Esto implica que debes buscar consejos o sugerencias de personas cuya experiencia de vida tenga algo que decirte, recuerda que un ciego no puede guiar a otro: una persona de tu edad difícilmente podrá darte luces en situaciones que ameritan experiencia de vida.
            Por otro lado, recuerda que sin conflicto no hay historia. Eso es lo chévere de la vida, que siempre tiene algo nuevo que enseñarte; por eso debes ver a las dificultades como ocasión privilegiada para revisar el guión de tu vida propia, corregir lo que esté mal y darle un nuevo giro a la trama de la existencia, donde el principal protagonista eres tú.  Caminante no hay camino, se hace camino al andar. ¡Ánimo pues!


[1] Idea tomada del escritor Pablo Hernández, ha sido ampliada y adaptada para charlas de “Crecimiento personal” y  “Ejercicios Espirituales Ignacianos” por el autor.

Texto de Pedro Salinas

EL HOMBRE SE POSEE EN LA MEDIDA QUE POSEE SU LENGUAJE
No habrá ser humano completo, es decir, que se conozca y se dé a conocer, sin un grado avanzado de posesión de su lengua. Porque el individuo se posee a sí mismo, se conoce, expresando lo que lleva dentro, y esa expresión solo se cumple por medio del lenguaje.
Ya Lazarus y Steinthal, filólogos germanos, vieron que el espíritu es lenguaje y se hace por el lenguaje. Hablar es comprender, y comprenderse es construirse a sí mismo y construir el mundo. A medida que se desenvuelve este razonamiento y se advierte esa fuerza extraordinaria del lenguaje en modelar nuestra misma persona, en formarnos, se aprecia la enorme responsabilidad de una sociedad humana que deja al individuo en estado de incultura lingüística.
En realidad, el hombre que no conoce su lengua vive pobremente, vive a medias, aun menos. ¿No causa pena, a veces, oír hablar a alguien que pugna, en vano, por dar con las palabras, que al querer explicarse, es decir, expresarse, vivirse, ante nosotros, avanza a trompicones, dándose golpazos, de impropiedad en impropiedad, y sólo entrega al final una deforme semejanza de lo que hubiese querido decirnos? Esa persona sufre como de una rebaja de su dignidad humana.
No nos hiere su deficiencia por vanas razones de bien hablar, por ausencia de formas bellas, por torpeza mecánica, no. Nos duele en lo humano; porque ese hombre denota con sus tanteos, sus empujones a ciegas por las nieblas de su oscura conciencia de la lengua, que no llega a ser completamente, que no sabremos nosotros encontrarlo.
Hay muchos, muchísimos inválidos del habla, hay muchos cojos, mancos, tullidos de la expresión. Una de las mayores penas que conozco es la de encontrarme con un mozo joven, fuerte, ágil, curtido en los ejercicios gimnásticos; dueño de su cuerpo, pero cuando llega el instante de contar algo, de explicar algo, se transforma de pronto en un baldado espiritual, incapaz casi de moverse entre sus pensamientos; ser precisamente contrario, en el ejercicio de las potencias de su alma, a lo que es en el uso de las fuerzas de su cuerpo. Podrán aquí salirme al camino los defensores de lo inefable, con su cuento de que lo más hermoso del alma se expresa sin palabras. No lo sé.
Me aconsejo a mí mismo una cierta precaución ante eso de lo inefable. Puede existir lo más hermoso de un alma sin palabra, acaso, pero no llegará a formar forma humana completa, es decir, convivida, consentida, comprendida por los demás.

Motivación y algo más

Mis estimados(as) estudiantes:

Durante las clases reflexionarás, aprenderás y comprenderás porque el uso apropiado del lenguaje es de vital importancia para tu futura vida profesional y ciudadana. Para los sofistas, aquellos grandes educadores del mundo griego, el lenguaje era una herramienta para convercer y persuidir, pero sobre todo para que una persona pueda entrar con pie derecho y sin retraso a esa red artificial y deliberada llamada sociedad. Para los griegos vivir en la polis no solamente era un derecho sino un deber y daban gran importancia a la formación necesaria de cada miembro. Creo que debes ver a la materia como eso: como una herramienta que te permitirá entender mejor la sociedad donde vives y acceder a ella como cuiudadano con pleno derecho. Por ende, aprender a comunicarte se convierte en algo decisivo. ¡Ánimo, pues!!